Compartir presentes, acompañar futuros

La entrada de los dispositivos a los ámbitos educativos abrió puertas a nuevos y no tan nuevos debates sobre la educación y el campo profesional. El desafío hoy es no confundir tendencias con futuro

Hace casi diez años que comenzó mi carrera como periodista, con orgullo fue en este sitio en el que hoy fui invitado a colaborar nuevamente. Desde ese momento me dediqué a entender cómo las tecnologías digitales estaban cambiando el modo de entender esa caja negra que para muchos es la educación. En este recorrido, he conversado, participado, acompañado, emprendido e investigado mucho. Pero no hace falta ser experto para decir que no existe una única manera de entender cómo incorporar tecnología para fines educativos, ni tampoco de cómo los procesos de enseñanza y aprendizaje se ven afectados por la introducción de dispositivos, plataformas y desarrollos.

Hemos apostado, a lo largo de estos años, a diferentes metáforas y conceptos, para intentar responder a todas las preguntas que surgen en el camino. Nativos e inmigrantes digitales, sociedad del conocimiento, de la información, la nube, hablamos de lo 2.0 para interactuar, de lo 3.0 para entender, de la idea de red como horizontalidad, de la de distribución masiva como democratización, o de la de acceso como inclusión e igualdad. Tratemos de ver cada una desde diferentes puntos de vista, teniendo en cuenta su carácter político, social, económico y, sobre todo, educativo.

Cada una de estas cuestiones cuenta con una larga lista de argumentos y especialistas a favor y en contra. Hoy sabemos que quienes esperaban que las tecnologías de la información y la comunicación fuesen la respuesta a los problemas de la educación, no estuvieron en lo cierto. No busco la novedad en esa afirmación, pero sí creo que es necesario remarcar que ningún cambio cultural de fondo está asociado a una tecnología, a pesar de que éstas pueden traccionar nuevos modos de entender e interactuar con y en el mundo.

Es en esta cuestión, la de entender el mundo, en la que las pretensiones del sistema educativo y del mercado tecnológico -que hoy busca encontrar los modos de aportar a este ámbito- cometen muchas veces el error de pensar que todo el mundo girará en torno a una única dirección.

Hace unos años, se discutió si Informática tenía que ser una materia independiente o un contenido transversal a todas las demás, hoy se siguen elaborando planes para que la programación sea un nuevo tema en la agenda curricular y, cada tanto, aparecen esos “trabajos del futuro” para los cuales debemos “preparar a los alumnos”, que opacan la diversidad de caminos que cada estudiante puede elegir para su vida.

En esta época de cambio y recambio constante, en la que el update está siempre a la orden del día, tenemos un gran desafío: saber detenernos, escuchar y acompañar a los más chicos para que descubran y desarrollen todo su potencial de ser. Los llamados millennials no tienen más respuestas que los jóvenes de ayer, solo tienen -potencialmente- más información a su disposición. Las diferentes tecnologías pueden ser una vía para descubrir nuevas vocaciones, pero no por eso serán todos programadores o ingenieros en software. Paremos la oreja y veamos más allá de las pantallas que nos rodean para encontrar a las personas. Compartamos su presente y acompañemos su futuro.

(*) Lucas Delgado: Lucas Esteban Delgado, Director de Sobre Tiza y consultor en Comunicación y Educación.