Mi experiencia con constelaciones organizacionales

La opinión de Gabriel Suarez, director de StorySelling

La fama de las constelaciones familiares se está acrecentando pese a sus detractores que la tildan de “pseudociencia” o de carecer de un “modelo explicativo de la realidad científico, coherente o medianamente realista”. Aún así, la reputación del nonagenario Bert Hellinger, padre de las constelaciones familiares, crece en adeptos en la Argentina.

Mi experiencia con constelaciones inició -sin buscarla- cuando conocí a Alan Stivelman, director de la película Humano. Esta película ha crecido en fans y hoy es parte del repertorio en Netflix . La experiencia fue muy interesante y movilizante más allá de que quienes la atacan afirman que “los resultados positivos que puedan dar son atribuibles a procesos de sugestión y la empatía”. Esta primera experiencia me la reservo por dos motivos: fue algo muy complejo y no soy tan bueno como para comprenderlo.

Si bien uno se pregunta muchas veces cuánto impacta la sugestión y la empatía en este tipo de experiencias, mi segunda experiencia tuvo algo nuevo: fui invitado formalmente a participar de una constelación organizacional. La persona que me invitó fue, durante casi 20 años, gerente de talento en el sector de Recursos Humanos de un importante grupo empresario. Eso fue lo que me dio curiosidad y total confianza. Y sinceramente, cuando experimenté el “poder” de las constelaciones por primera vez, pensé en cómo podía ayudar a resolver problemas en el mundo empresario.

Constelaciones Organizacionales

Las constelaciones organizacionales utilizan esta técnica para dar visibilidad a aquellos problemas organizacionales que muchas veces no están del todo claro para los ejecutivos que las lideran. Es realmente muy interesante lo que ocurrió esta vez.

Reunidos en un casa en Caballito, la “consteladora” hizo las presentaciones de tres socios que querían resolver un problema bastante habitual y que ellos definieron con una palabra: “traba”. A pesar de estar trabajando 16 años sentían que su organización no alcanzaba los objetivos, que se enredaban y que no obtenían los dividendos que esperaban.

La “consteladora” pidió que los socios -por turnos- identificasen a varias personas con diferentes roles: una persona haría de los 3 socios, otra persona de la empresa, otra del objetivo y a mí me toco la “divertida” tarea de hacer de “la traba” (algunos amigos hicieron bastantes bromas obvias con respecto a mi rol cuando les conté la historia).

Luego cada socio -también por turnos- “acomodaba” a los “actores” en un espacio físico tomándolos de los hombros. La disposición que eligieron para los “actores” fue la siguiente: la persona que hacía de los 3 socios se ubicó en un espacio de unos 3 pasos frente a la persona que hacia de “el objetivo”. La persona que hacía de “empresa” se ubicó a un costado de ambos a una distancia mayor. Yo que personificaba “la traba” estaba ubicado casi en el medio entre “los socios” y “el objetivo” tapando la visión de ambos y de espalda a los socios.

La “consteladora ” inicia con la sesión interactuando con quienes participábamos de la constelación. No hay que hacer nada en especial, simplemente relajarse y dejarse guiar por las interacciones que propone la “consteladora”. Los 3 socios observaban en un costado lo que ocurría. Todo era risas y miradas incrédulas hasta que la “consteladora” me hizo una pregunta: ¿Qué sentís? Inmediatamente contesté: “no debería estar en este lugar. Además, acá falta alguien”. Mi sensación era de incomodidad general, y no era el único. Los demás “personajes” se sentían igual de incómodos. Los socios que miraban el ·”espectáculo” de afuera comenzaron a cambiar sus gestos. Miraban seriamente y algunos estaban claramente emocionados.

La constelación duró un par de horas. Fue extenuante. Yo que hacía de “la traba” sentía que faltaba alguien. Las personas fueron moviéndose hasta que se destrabó y sentí que ya no debía participar. La cuestión es difícil de replicar, pero lo que pude observar fue una dinámica de lo que ocurre en las organizaciones: trabas, objetivos, socios, dinero, clientes.

Calculo que para los socios que vieron sus problemas personificados habrá sido algo clarificador. Como quien observa el cielo despejado y se da cuenta de lo que ocurre. Quien haya dirigido personas o una empresa sabe lo difícil que es tomar distancia de su negocio. Verlo desde afuera, “representado” en una constelación, creo que puede ser de una gran ayuda.

Más allá de escepticismos, o de los fundamentalistas científicos, hay algo que creo que no está en discusión: vivimos en un mundo con un alto nivel de incertidumbre. Están cambiando las relaciones comerciales, las generaciones, los roles, los modelos de negocios. Quizás empiecen a cambiar las formas que tenemos de ver/resolver los problemas y haya otras disciplinas y metodologías (sean ciencias o no) que arrojen luz sobre los nuevos problemas.

En una charla entre budistas hablábamos sobre la experiencia de la constelación y coincidíamos en una apreciación. Hay una afirmación budista que dice: “el espacio es información”.

(*) Gabriel Suárez: Gabriel Suarez, director de StorySelling