¿Cómo y cuándo incorporar la IA Generativa en la educación?

Escribe Damián Villaronga, emprendedor argentino, coach ontológico y fundador de Funiversity

En su momento, ChatGPT batió todos los récords en la adquisición de usuarios, alcanzando un millón de usuarios en sólo cinco días tras su lanzamiento en noviembre de 2022, lo que lo convirtió en la aplicación de más rápido crecimiento en la historia. En pocos años, se ha convertido en una herramienta común, superando los 100 millones de usuarios activos mensuales en enero de 2023. Hoy, los grandes modelos de lenguaje han irrumpido en los hogares, las oficinas y las aulas. Esta revolución tecnológica ha generado tanto entusiastas como detractores, especialmente en el ámbito educativo, donde el criterio de productividad entra en conflicto con otros valores fundamentales. En este breve artículo, queremos arrojar luz sobre el tema, ofreciendo una posición fundamentada en la experiencia.

Pongamos contexto. Hace apenas cinco años, antes del auge de la IA generativa, la previsión predominante era que la robotización —es decir, la automatización de tareas manuales— sería el primer gran impacto en el mundo laboral. En aquel entonces, la inteligencia artificial era, para el gran público, poco más que algoritmos diseñados para procesar y aprovechar enormes volúmenes de datos. Recuerdo bien que el enfoque estaba puesto en la educación STEM (Science, Technology, Engineering, Mathematics), y la recomendación general era introducir a los niños en el mundo de la creatividad, las artes aplicadas y, por supuesto, la programación. “Programación para todos y robótica para todos”, proclamaban las políticas educativas que buscaban mostrarse modernas y alineadas con el futuro de las nuevas generaciones. Nadie imaginaba que, en apenas un lustro, el panorama cambiaría de forma tan drástica.

Con las sucesivas mejoras en los modelos de lenguaje de gran escala (LLM), como ChatGPT, LLAMA, Gemini, Claude o la nueva DeepSeek, y considerando otras IAs generativas especializadas en la creación de imágenes, videos o arquitectura, el panorama ha dado un giro radical. Hoy en día, es un hecho innegable: muchos trabajos intelectuales que antes parecían a salvo de la automatización están en proceso de reinvención. La IA generativa ha impactado en las artes y ha puesto en jaque la creencia de que ciertas disciplinas eran exclusivas de los seres humanos. La escritura, la fotografía, la ilustración, la música y la arquitectura han sido profundamente transformadas, y esto es solo el comienzo. La IA generativa impone nuevos estándares de creatividad y eleva el listón más alto que nunca.

La OCDE enfatiza la importancia de agregar valor en el futuro. Y es cierto: en un contexto de automatización, será crucial que desarrollemos la capacidad de aportar valor, ya sea a través de la creatividad, de las habilidades interpersonales o del propósito. Y aquí surge la pregunta clave que quiero compartir con ustedes: ¿cómo enseñamos a los niños a generar verdadero valor si utilizan indiscriminadamente IAs generativas, que por su propia naturaleza son modelos estadísticos incapaces de crear algo genuinamente nuevo? Las IAs generativas pueden reorganizar información y producir resultados sorprendentes, pero carecen de intención y significado propio. En este contexto, el desafío no es solo cómo usarlas, sino cómo evitar que reemplacen la capacidad de los niños para pensar, imaginar y construir algo verdaderamente nuevo.

Dados estos principios de diálogo y estándar, la recomendación para el educador es no fomentar el uso de IA generativa cuando el estudiante, por su edad o nivel de habilidad, no es capaz de conducirla mediante un estándar propio y un diálogo iterativo. En la etapa de desarrollo de la creatividad, del criterio estético o de la evaluación crítica de fuentes, la producción de una IA puede superar el estándar del estudiante, inhibiendo su capacidad de diálogo con la herramienta. En ese caso, la IA le permitirá obtener un mejor resultado, pero no será suyo, y eso truncará su desarrollo. Desde la psicología, sabemos que esto obstaculiza el juego, y con ello, el crecimiento cognitivo y creativo.

Veamos algunos casos concretos. Una niña de 7 años pide a ChatGPT que escriba una fábula sobre la amistad con animales como protagonistas. La IA generará un cuento muy por encima del nivel de escritura que ella puede alcanzar a su edad, lo que le impedirá corregirlo o aportar ideas sustanciales. En este caso, el adulto puede notar que el uso de la IA ha truncado un proceso exploratorio y creativo, pues la niña recibe un resultado final que no tiene conexión emocional ni cognitiva con su propio proceso de aprendizaje. Este mismo fenómeno puede ocurrir en otros niveles educativos. El diálogo con la IA solo se produce cuando hay un estándar superior que lo reclama. Si se facilita el uso de la IA cuando ese estándar aún no está desarrollado, se bloquea su crecimiento por inhibición, generando un círculo vicioso.

Debemos asumir que la IA generativa llegó para quedarse y que hará más ágiles los procesos creativos, pero no podemos cederle la conducción si lo que buscamos es agregar verdadero valor humano. En el competitivo contexto venidero, el valor agregado humano será la verdadera brecha en la calidad del trabajo. La educación debe adaptarse a los nuevos estándares de creatividad, pero sin reducirla a una cuestión meramente técnica. La creatividad no puede definirse sólo como la capacidad de ejecutar tareas, sino como la habilidad de innovar mediante la combinación de ideas aparentemente dispares.

En Funiversity, creemos en un enfoque educativo donde la IA generativa sea una herramienta para el crecimiento, no un atajo que reemplace el proceso de aprendizaje. Enseñamos a usar la IA desde estos principios, asegurando que los estudiantes desarrollen estándares propios y habilidades de diálogo con la tecnología. Nuestro objetivo es que sean protagonistas activos del futuro, con la capacidad de generar valor genuino en las organizaciones y proyectos en los que participen.

(*) Damián Villaronga: Emprendedor argentino, coach ontológico y fundador de Funiversity