La tecnología puede ser vista como un medio para mejorar la vida de las personas y el negocio de las organizaciones, pero también tiene sus detractores, por variados y válidos motivos. Hay quienes creen que, al facilitar la globalización, los avances tecnológicos perjudican a las culturas regionales y sus tradiciones. Otros, que estar conectados a las redes sociales, paradójicamente, es una forma de desconectarnos de las personas que tenemos cerca. También hay aquellos que dicen que la tecnología ayuda a la concentración de riquezas, y ven en Internet a un producto de las corporaciones para impulsar el consumismo. Recientemente, desde la llegada de la Inteligencia Artificial al mainstream hay, incluso, quienes temen que pronto haya una crisis de empleo donde sean las máquinas las que nos reemplacen en nuestros trabajos.
Desde la creación de la imprenta de Gutenberg, que reemplazó la tarea manual de los monjes de escribir y copiar manuscritos, pasando por la máquina de vapor que condujo a la industrialización y la mecanización de muchos puestos de trabajo, llegando a la era de la informática, donde la realización de cálculos en forma manual se reemplazó por hojas de cálculo computarizadas; la tecnología ha reemplazado al ser humano en muchas de las tareas que éste realizaba artesanalmente. En todas esas oportunidades los cambios, como todo cambio, fueron percibidos como amenazas. En muchos casos el miedo fue fundado, ya que muchos trabajos se perdieron.
Pero también, al mismo tiempo que desaparecieron algunos oficios, se han ido creando otras oportunidades: nuevas especialidades, nuevos puestos de trabajo, nuevos mercados. Me pregunto si a alguno de nosotros en la actualidad le gustaría realizar el trabajo que realizaban aquellos monjes. Hace poco estuve en una oficina pública para renovar mi registro de conducir. No eran ni las 9 de la mañana, y la chica encargada de sacar las fotos y tomar las huellas digitales ya tenía una expresión de aburrimiento abrumadora. Su trabajo era repetitivo: pedirle a cada persona que entraba en su box que se sentara, que mirara hacia la cámara, que ubicara sus dedos sobre un lector de huellas. Luego tipeaba el nombre de la persona y presionaba los mismos dos o tres botones, una y otra vez. Me quedé pensando que era una tarea que no le permitía desplegar ningún tipo de creatividad, inspiración, empatía o emoción. Me recordó bastante a Chaplin en la línea de montaje en su película Tiempos Modernos. Por suerte, la tecnología nos permite fabricar autos sin necesidad de tener a Carlitos apretando las tuercas. Hoy espero que pronto aquella chica del registro pueda tener un trabajo donde pueda expresar su personalidad, sus intereses y emociones, y hasta realizarse creativamente. Esos trabajos difícilmente puedan ser reemplazados.
La industria del software, que desarrolla plataformas y soluciones de inteligencia artificial y machine learning en todo el mundo, requiere más de 12.000 nuevos puestos de trabajo al año solamente en Argentina. Sumemos a esa demanda la que se genera por el efecto exponencial de la transformación digital, de empresas y organizaciones de todos los sectores de la sociedad. Los puestos de trabajo con requerimientos de valor “humano” agregado van en ascenso. ¿Y si agregamos a esto aquellos nuevos trabajos que todavía no podemos imaginar que serán creados? ¿Quién podía imaginar el día que se inventó Facebook que hoy existiría el rol de los community managers?
Artistas digitales, arquitectos de realidad virtual, programadores de Internet de las Cosas, científicos de datos, diseñadores de órganos, abogados especializados en ciberseguridad, youtubers, técnicos de impresión 3D... las nuevas posibilidades continuarán acompañando a las otras muchas actividades que, por sus características, seguirán siendo exclusivamente humanas. La cuestión es empezar a prepararse, acompañar de forma activa el cambio.
En intive-FDV hacemos software e impulsamos la transformación digital (y no digital) que permite la evolución de las empresas, las organizaciones y las sociedades. Creemos que, ante la próxima revolución que ya está entre nosotros, la mejor estrategia no es negarla, sino estar preparados e identificar qué valor genera y generará para cada persona, institución o compañía. Continuar capacitándonos, ser proactivos, invertir, abrazar el cambio, salir de nuestra zona de confort y usar nuestra creatividad, el verdadero factor humano. Esas serán las claves para seguir acompañando a nuestros clientes y a la sociedad, para sacar lo mejor de cada -y en particular de esta gran- nueva oportunidad.
(*) Andrés Vior: Country Manager de intive Argentina