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Escribe Enrique Carrier sobre la carta de intención para la construcción de un datacenter de inteligencia artificial en Argentina

Artículo publicado por Enrique Carrier en Comentarios.info.

Inicialmente se pensó que se trataba del anuncio de una fabulosa inversión. Pero rápidamente quedó en claro que era sólo la firma de una carta de intención para la construcción de un datacenter de inteligencia artificial en Argentina, con el involucramiento de OpenAI no como inversor sino como “comprador” de esa capacidad. Un anuncio que despertó entusiasmo, críticas y, sobre todo, muchas dudas ante la falta de definiciones.

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Tras una reunión entre ejecutivos de OpenAI y el Presidente de la Nación, se anunció el lanzamiento de Stargate Argentina, un proyecto de infraestructura para inteligencia artificial. Más precisamente, se trata de una carta de intención entre OpenAI y Sur Energy, en la cual la primera se compromete a comprar capacidad de un datacenter que desarrollará la segunda. Aquí apareció una primera curiosidad: el anuncio lo hizo OpenAI, pero quien comanda el proyecto es Sur Energy, que no participó de la reunión. Un detalle clave que contribuyó a la confusión.

El proyecto plantea la construcción, en la Patagonia, de un datacenter a gran escala enfocado en inteligencia artificial, concebido como el primero de su tipo en América Latina. Podría alcanzar una capacidad de hasta 500 MW, con una inversión estimada de hasta US$ 25 mil millones, bajo el RIGI (Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones), que ofrece beneficios impositivos, aduaneros, cambiarios y de estabilidad normativa.

De concretarse tal como fue anunciado, sería la segunda mayor inversión privada en la historia del país, sólo detrás del megaproyecto de Gas Natural Licuado Argentina LNG, impulsado por YPF y la italiana ENI que demandará US$ 30 mil millones. Esto da una idea de la envergadura del proyecto, que además tiene un potencial enorme en términos de exportación de capacidad de procesamiento. No hay que suponer que semejante infraestructura atendería sólo a la demanda local. Se entiende, entonces, el entusiasmo inicial.

Ambos datos —capacidad energética e inversión— son relevantes por sus implicancias. Los 500 MW que podría demandar el datacenter equivalen al consumo típico de una ciudad mediana-grande argentina, con varios cientos de miles de hogares más su infraestructura de servicios. Por lo tanto, abastecerse de esa potencia del Sistema Argentino de Interconexión (SADI) sería técnicamente inviable: desestabilizaría el suministro nacional. Es imprescindible, entonces, desarrollar capacidad de generación dedicada.

Por otra parte, OpenAI señaló que la energía será sustentable. Sur Energy ya formalizó acuerdos con Central Puerto y Genneia, dos de los principales generadores del país, ambos con fuerte presencia operativa en la región. Genneia es la mayor generadora de energía renovable de Argentina, con cuatro parques eólicos. Central Puerto, por su parte, opera la represa hidroeléctrica Piedra del Águila, en Neuquén, lo que posiciona a esa provincia como posible sede del datacenter, aunque aún no hay confirmación.

En cuanto a la inversión, las cifras son consistentes con lo que se observa en la industria. Según Jensen Huang, CEO de Nvidia, un datacenter de 1 GW puede costar entre US$ 50 y 60 mil millones. Hablar entonces de US$ 25 mil millones para uno de 500 MW está en línea con esa escala. Dato adicional: los productos de Nvidia suelen representar alrededor de la mitad del costo total, lo que también explica la valuación de la empresa. El fondeo de este proyecto es entonces clave para su concreción, aunque no hubo ninguna precisión al respecto. No obstante, con la firma de la carta de intención, Sur Energy puede acordar con bancos, fondos de inversión y otros inversores el acceso a la financiación.

Las críticas que surgieron se centraron en aspectos técnicos, muchas veces motivadas por desconocimiento o, lo más entendible, por la falta de detalles. En el plano energético, se mencionó el posible impacto negativo en la red eléctrica regional. Pero un proyecto de esta envergadura sólo puede operar en Argentina con energía dedicada, no tomada del sistema público. También se habló del impacto hídrico, recordando que históricamente grandes datacenters fueron cuestionados por su consumo de agua, especialmente en zonas áridas. Sin embargo, hoy predominan tecnologías de enfriamiento de circuito cerrado, que reducen drásticamente el uso de agua, utilizando sistemas similares a la refrigeración líquida de un motor de automóvil. El clima frío de la Patagonia, además, favorece la eficiencia térmica, minimiza el impacto ambiental y facilita la obtención de la llamada “licencia social para operar”.

A pesar de todo lo anterior, subsisten muchas dudas. Algunas más razonables que otras, pero dudas al fin. En los papeles, el anuncio es de enorme relevancia, aunque todavía carece de precisiones que permitan entusiasmarse plenamente.

Cuando el CEO de OpenAI, Sam Altman, hizo el anuncio en video, presentó a Sur Energy como “una de las principales empresas energéticas del país”. Sin embargo, para la gran mayoría (incluso entre periodistas), se trata de una compañía desconocida. Y es justamente quien liderará el proyecto, junto a un “desarrollador de infraestructura cloud de primer nivel” que no fue identificado. Se sabe que Sur Energy fue fundada por Emiliano Kargieman (creador de Satellogic), el recientemente fallecido Matías Travizano, y Stan Chudnovsky. Llamativamente, Kargieman no menciona a Sur Energy en su perfil de LinkedIn. Y más llamativo aún: a pesar de ser la empresa que encabeza el proyecto, no participó en la reunión de OpenAI con el gobierno. A fin de cuentas, son ellos quienes deberán conseguir el financiamiento y llevar adelante el proyecto. OpenAI sólo se compromete a comprar capacidad una vez que el datacenter esté operativo.

Lo concreto es que, por ahora, no se sabe dónde estará ubicado, quiénes serán los proveedores de Sur Energy ni quién financiará la construcción. Nada de esto es extraño en etapas tan tempranas, pero sí resulta inusual que se haga un anuncio con el presidente de un país y se lo publicite como se lo hizo cuando hay tantas incógnitas. Por eso es comprensible que muchos reaccionaran con escepticismo, pese a que el propio Altman lo comunicó en persona. De hecho, en los medios internacionales la noticia pasó casi inadvertida. No debería sorprender: fue apenas la firma de una carta de intención, amplificada por el timing político, en vísperas de las elecciones de medio término. Hasta que las dudas comiencen a despejarse, lo prudente es mantener el entusiasmo bajo control.