Neil deGrasse Tyson (nombre digno de supervillano) es el nuevo Stephen Hawking (identidad secreta de superhéroe, si las hay; la silla de ruedas es la coartada perfecta). Con esto quiero decir que Neil (para los amigos) es una de las luminarias más brillantes de la divulgación científica actual.

Para el que no lo sabe, Neil deGrasse Tyson es responsable de quitarle a Plutón su status de planeta, y la cara visible del remake de “Cosmos”, saga con la que Carl Sagan (perdón por la redundancia) penetró en la cultura popular con la fuerza de un cometa.

Pero he aquí un dato curioso. ¿Sabía usted cuál es la película favorita de todos los tiempos de este afro-físico? Hay una pista en el título de esta nota... Sí, es “The Matrix”.

El Rubén Rada del espacio (incorrección política al máximo activada) se declara fanático de la saga de Neo, pero propone una objeción fundamental: según él, “The Matrix” viola de forma grosera la segunda ley de la termodinámica, aquella que dice que, en cualquier sistema cerrado, hay una pérdida de energía. O sea que no tendría sentido alimentar a un conjunto humano para extraer energía del mismo. El combustible que el sistema reclama debería tener un costo más alto que su emisión energética.

¿Esto nos salva de estar presos de una simulación? Bueno, no, porque lo que percibimos como costo podría no ser más que otro parámetro de programación que responde al capricho de una inteligencia superior.

Y así volvemos al problema de la hipótesis de Dios: todas sus acciones son inescrutables. Lo mismo vale para la voluntad divina el agua que el vino, y un pescado que mil.

La buena noticia es que, en todo caso, nada de esto importa a la hora de estornudar. Amén; Salud. Buen viaje.


Neil deGrasse Tyson te canta la posta de la guerra contra las máquinas.

(*) Julián Urman: Escritor, guionista, músico, Spiderman.