Argencon: "La nueva Ley de Economía del Conocimiento no mejora la competitividad de Argentina"
26 de Febrero de 2020"Lamentamos que los cambios que se pretenden introducir en este proyecto de Ley impactarán negativamente la predisposición de las empresas nacionales e internacionales a radicar operaciones en nuestro país"
Argencon, la entidad conformada por empresas prestadoras de servicios basados en el conocimiento relacionadas con los mercados externos, aseguró que el nuevo proyecto de reformas a la Ley 27.506 de Economía del Conocimiento (EdC), promovido desde el Poder Ejecutivo y elevado al Congreso esta semana, impactará negativamente en la predisposición de las empresas nacionales e internacionales a radicar operaciones en nuestro país.
A través de un comunicado publicado hoy, la entidad enumeró los puntos con los que el nuevo proyecto estaría perjudicando al sector de la Economía del Conocimiento, como la exclusión del régimen de promoción a los servicios profesionales exportables, la eliminación de la “estabilidad fiscal”, y el hecho de que los beneficios otorgados por el régimen quedarían sujetos al monto del cupo fiscal que se fije anualmente en el Presupuesto Nacional.
Este es el comunicado publicado hoy por la organización:
Luego de analizar el proyecto de reformas a la Ley 27.506 de Economía del Conocimiento (EdC), promovido desde el Poder Ejecutivo y elevado al Congreso esta semana, entendemos que los cambios propuestos debilitan notoriamente las condiciones que ofrecía la ley votada unánimemente hace seis meses.
Si se analizan los datos regionales, Argentina viene perdiendo la competencia por captar empresas que se instalen en el país y generen empleos. Otros países de nuestra región como Uruguay, Colombia, Costa Rica y Perú crecen a tasas anuales del 7 al 10%. De haber crecido al ritmo de los países de referencia en los últimos 6 años hubiéramos creado 130 mil nuevos puestos de trabajo que hoy “no están” en nuestra economía sino en alguno de los países que compiten directamente con el nuestro. Ninguna estadística registra esa pérdida de valor.
En este contexto sorprende que se propongan condiciones que virtualmente excluyen del régimen de promoción a los servicios profesionales exportables. Estos servicios representan hoy el 60% del total de las exportaciones de conocimiento –el doble que las exportaciones de software- y es el sector de la economía que hoy tiene mejores perspectivas para crear de manera inmediata decenas de miles de nuevos puestos de trabajo, aumentar las exportaciones de servicios de alto valor agregado y generar ingreso de divisas. Esto se debe a que la creación de centros de servicios exportables no requiere inversiones previas ni logística compleja, hay amplia disponibilidad de profesionales en todo el país y tiene gran demanda internacional. Es particularmente apto para su instalación en ciudades de todo el país donde exista un entorno universitario en ciencias de la administración.
Esta exclusión es aún más incomprensible al observarse que una de las razones por la que los países más relevantes compiten agresivamente para captar estas actividades es el muy positivo impacto que su desarrollo produce en las cuentas públicas, generando fuentes de tributación genuinas, incrementales y sostenibles.
Las modificaciones que se pretenden introducir tampoco dan certezas sobre la estabilidad de los beneficios del régimen a futuro. En el proyecto enviado al Congreso se elimina la “estabilidad fiscal” que ya estaba establecida en la Ley de Promoción de Software y fue confirmada en la Ley 27.506 con el apoyo de todo el Congreso. Esta es una mala señal para los proyectos de inversión y creación de empleo que no podrán calcular sus costos futuros sobre bases confiables.
Además, hay otros factores que agregan incertidumbre y discrecionalidad. Los beneficios otorgados por el régimen quedarían sujetos al monto del cupo fiscal que se fije anualmente en el Presupuesto Nacional, los beneficios válidos para nuevos empleos estarían supeditados a futuras revisiones de la Autoridad de Aplicación y el ingreso de las empresas postulantes al régimen quedaría condicionado, para todos los casos que no son software, a la opinión de un Comité Consultivo que debe revisar obligatoriamente la totalidad de las postulaciones, aún de aquellas que han cumplido los requerimientos previstos en la Ley.
Otro aspecto controvertido es que uno de los requisitos que se establece para ingresar al régimen de la Ley es directamente incumplible: se solicitaría que la “erogación en capacitación” que realicen los postulantes sea de valores tan elevados que ni aún las empresas líderes podrían alcanzarlo. En algunos casos implicaría un monto equivalente al gasto en salarios de un mes de la nómina de la empresa.
La Ley 27.506 había generado una expectativa muy positiva en la industria y despertado proyectos de inversión, reclutamiento de nuevo personal y apertura de nuevas operaciones. Se esperaba que esta Ley cree condiciones aptas para moderar las graves incertidumbres económicas, tributarias y normativas que son endémicas en nuestro país y complican seriamente la competitividad de nuestras industrias.
En los últimos años estas debilidades se han acentuado: la coyuntura macroeconómica es grave, los costos en dólares de nuestros productos y servicios han perdido referencia, se ha extendido el plazo de aplicación de los derechos de exportación –somos el único país que grava con retenciones las exportaciones de conocimiento-, y se ha incrementado la incertidumbre normativa al suspenderse la vigencia de la Ley 27.506, votada por unanimidad en el Congreso.
Lamentamos que los cambios que se pretenden introducir en este proyecto de Ley impactarán negativamente la predisposición de las empresas nacionales e internacionales a radicar operaciones en nuestro país, situación que incrementa el estancamiento y el riesgo de fuga de valor que ya se observa en el mercado, hacia entornos de negocio con condiciones macroeconómicas, normativas y fiscales más previsibles y favorables.
Argentina no puede darse el lujo de seguir postergando y diluyendo la creación de una política pública positiva hacia el segmento de la economía mundial que hoy lidera el desarrollo de los países: la Economía del Conocimiento.