Este 3 de Septiembre se celebra en el país el día de la Industria, en conmemoración de la primer exportación Argentina de la que se tenga registro -en 1587- de tejidos y bolsas de harina provenientes del Tucumán. Algunos historiadores han escrito que en realidad las bolsas de harina escondían un contrabando de plata del Potosí. Vaya a saber si es cierto, pero no deja de constituir toda una metáfora de la Argentina que vendría posteriormente.
Pero dejemos la anécdota y volvamos a nuestros días. Es muy importante que los países destaquen y reconozcan el valor de la industria, auténtica generadora de riqueza y una de las mayores fuentes de la generación de empleo en Argentina. Un complejo industrial distribuido en múltiples actividades, que hace que nuestro país, tenga autoabastecimiento en muchos aspectos con ofertas locales. Solo Brasil y México, tienen una cobertura tan amplia en cuanto a producción de bienes y servicios. Y esto configura una característica relevante para los países, por negocian sus acuerdos internacionales de manera diferente, y permite tener una cierta independencia en algunas de sus decisiones estratégicas.
Desde el 2003, la actividad de Software y Servicios Informáticos (SSI), es reconocida como industria, mediante la ley 25.856 sancionada por el Senado de la Nación el día 4 de Diciembre de ese año
Pero en este día de la industria, quisiera elevar mi homenaje y reconocimiento a un actor muy relevante dentro de esta actividad: el empresario industrial. Y muy especialmente aquellos que construyeron una actividad industrial desde las propias bases.
Ese que con su empeño y mucho esfuerzo soñó con realizar un proceso productivo, invirtió con esfuerzo lo recursos con los cuales contaba (o pidió prestado), peleó contra el sistema financiero y el aparato burocrático del estado, dedicó su vida al esfuerzo, postergó vacaciones o determinados beneficios que podría haber gozado en función de hacer que su empresa funcione, que surfeo las crisis económicas y los planes de ajustes. Ese que se acuesta y se levanta pensando cómo hará frente a sus obligaciones, cómo logra que su empresa pueda ofrecer algo diferente, cómo hará que sus clientes valoren mejor lo que les ofrece, y sus proveedores confíen en él y les suministre lo que necesita no asfixiándolo con condiciones leoninas. Ese que fundamentalmente no descansa hasta saber que tiene los fondos para que toda su gente cobre a fin de mes.
Por supuesto que como en cualquier otra actividad en la vida los hay de muchas especies y calidades, y muchas veces malos empresarios aparecen en los diarios, y los buenos no, aun siendo una inmensa mayoría.
¿Cuántas veces me he encontrado con atormentados empresarios que expresan su desazón por no saber qué deberían hacer ante determinados nuevos escenarios, ya sea por su falta de formación en management o limitados recursos?. Que no encuentran como darle solución, o no saben cómo encarar nuevos desafíos. Cuántas veces he visto los que han empujado una industria por años y que aún no ven el resultado del esfuerzo realizado. Que miran para atrás y ven que han generado muchísimos empleos, una actividad creciente y bienes o servicios muy útiles para determinados mercados, pero que nunca han obtenido el rédito lógico por eso.
Y créanme que no son uno ni dos, ni siquiera que están ligados a una actividad como la informática. Son decenas de miles distribuidos por todo el país, que cada día se levantan con la preocupación de mantenerse a flote en condiciones adversas, crecer cuando pueden, y fundamentalmente, poder pagarle los salarios a sus empleados y trabajadores en término.
Los buenos deberían tener un reconocimiento social, sin dudas. Los malos, deberían ser sancionados al menos moralmente. Pero bueno, las sociedades no son perfectas, y las cosas son como son, en esta o en otras geografías.
Por último, un reconocimiento especial a aquellos que además de su propia actividad, destinan algo de tiempo a la asociatividad, a buscar aglutinar iniciativas con otros, o intentar ayudar -de alguna- a sus colegas que lo necesitan. Esos deberían ser padres de la patria, y lo digo no figuradamente.
En suma, feliz que haya un día de la industria. Es una buena noticia que Argentina la tenga, aun con sus defectos. Y mis felicitaciones a todos aquellos que la hacen posible, día a día, anteponiendo el esfuerzo para existan, aún por encima de sus propios intereses personales.
Publicado por Carlos Pallotti el Lunes 3 de Septiembre de 2012
Enlace permanente | Comentarios (1)